top of page

rOSITA qUATRARO

  • Las manos de mi abuela
  • 2 may 2009
  • 1 Min. de lectura

Todos morimos siempre un poco cuando otros mueren. Antes de que mi abuela lo hiciera me di cuenta de que todavía, a pesar de todo, sus manos estaban tibias y pensé mucho en por qué:

(Kahlo, 1954).

Esas manos junto a mí

Habían tenido sed durante toda su vida

Sed de aprender, de hacer. Sed de ser

Esas manos, manos que llevaban marcas de los años

Manos con marcas de acompañamiento

Manos con marcas de enseñanza

Manos con marcas de paciencia

Manos con marcas

Con marcas de amor

Manos nunca frías, siempre cálidas

Esas fueron las manos de mi abuela:

Manos de ternura divina

Manos que nunca soltaron

Siempre, siempre agarraron

Manos que desparramaron mucho

Y dejaron huellas por donde pasaron

Esas manos que nos acariciaron y apretaron a todos fuerte

Manos que supieron cuándo dejar volar

Manos cuya misión fue mantener tibias otras manos

Manos que hoy, y para siempre,

Deberíamos convertir en nuestras

Para que su calor jamás se extinga

Seguí dándole vueltas a eso de morir bastante tiempo más y creo que quizás no deberíamos morir un poco con los otros, más bien lograr mantenerlos un poco vivos a ellos. Pero todavía no sé cómo, por eso mientras intento cocinar tortas cuando puedo.


 
 
 

Comments


© 1992 Proudly created by Clara Cerrotta.

bottom of page